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De un “no-problema” a una cuestión de vida o muerte: Explorando la instrumentalización de la narrativa de los “Valores Familiares” en el espacio digital keniano
Conoce a Ngare Kariuki, experto en comunicación que colabora con el equipo de investigación digital respaldado por Kenyan Comms Hub, Puentes y Komons. En este artículo, Ngare comparte su experiencia en la definición del enfoque de investigación que guió su trabajo. Para saber más sobre este proyecto, descubre aquí cómo estamos fomentando el cambio de narrativas mediante la tecnología y la colaboración.
Este artículo es parte de una serie que explora los valores familiares y las narrativas digitales en Kenia. Lee la segunda parte aquí.
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Dependiendo de tu perspectiva, la palabra “familia” evoca emociones complejas. A menudo, la familia se asocia con la seguridad y el refugio (“hogar, dulce hogar”, como se suele decir). Sin embargo, también vivimos realidades donde nuestros eventos y recuerdos más dolorosos y traumáticos pueden estar relacionados con la familia. No es de extrañar que una de las preguntas más fundamentales de los profesionales de la salud mental a sus pacientes sea: “Háblame de tu relación con tu madre/padre/familia”.
Mientras que la familia puede ser tanto un espacio de apoyo como un campo de batalla personal, la misma idea de familia también se ha convertido en un término ideológico en la guerra geopolítica sobre los derechos humanos. Si buscas “valores familiares” en Google, es más probable que encuentres debates sobre la homosexualidad que sobre los valores que realmente hacen que una familia sea digna de celebrarse, como el amor, el cuidado, la compasión y la seguridad.
La pastora Dorcas Rigathi, esposa del vicepresidente de Kenia, ha estado recorriendo el país con dos objetivos principales: “defender al niño varón” y “proteger los valores familiares”. En abril de 2024, afirmó con rotundidad que “las familias están bajo ataque y los valores familiares ya no se valoran. Las familias ya no tienen honor. Tenemos nuevas filosofías de hombres casándose con hombres y mujeres casándose con mujeres, y a esto debemos decir no. El consejo de Dios prevalecerá”.
En una entrevista con Christiane Amanpour de CNN en 2018, el expresidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, afirmó que los derechos LGTBIQ “no tenían gran importancia” para los kenianos, añadiendo que la homosexualidad “no era una cuestión de derechos humanos” en el país.
Cinco años después, el 24 de febrero de 2023, el Tribunal Supremo de Kenia dictó una sentencia histórica que reconocía que las personas LGTBIQ “tienen derecho a la libertad de asociación, lo que incluye el derecho a formar una asociación de cualquier tipo”. Desde entonces, Kenia ha sido testigo de algunas de las manifestaciones más violentas de ataques homofóbicos y odio dirigido a minorías sexuales y de género. Políticos, líderes religiosos y miembros conservadores de la sociedad han expresado libremente, y publicado en redes sociales, algunos de los comentarios más odiosos contra sus compatriotas kenianos.
Con frecuencia, las expresiones “valores familiares” y “protección de la familia” han aparecido en estos debates y discusiones sobre el lugar y la dignidad de las personas LGTBIQ en Kenia. Se habla cada vez más de la necesidad de “proteger a la familia como unidad fundamental de la sociedad”. De hecho, una propuesta de ley anti-homosexualidad en Kenia se titula Proyecto de Ley de Protección Familiar.
Pero, ¿cómo podría el bienestar de la familia ser un tema controvertido? ¿Quién en su sano juicio querría atacar a la familia? ¿No son los “valores familiares” esos principios morales y éticos que hacen que cualquier relación humana sea valiosa? ¿No se refieren “valores familiares” a principios como la honestidad, la fidelidad, la verdad, la compasión, el perdón y, sí, el amor? Y, ¿qué tiene que ver ser queer con eso?
La narrativa de “valores familiares” como un ataque directo a los derechos LGTBIQ se originó en los debates de las décadas de 1960 y 1970 en Estados Unidos, entre nacionalistas cristianos conservadores y actores progresistas. Amenazados por el movimiento de derechos civiles que llevó a la desegregación de las escuelas públicas y por una serie de decisiones judiciales que permitieron el matrimonio interracial y prohibieron la oración cristiana obligatoria en las escuelas, el movimiento de la derecha cristiana enmarcó estos cambios como un ataque a la unidad familiar. También enmarcaron la educación sexual como un atentado contra “el derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos”. A medida que se profundizaba la división entre republicanos conservadores y demócratas progresistas, esta batalla por la narrativa de la familia no solo creció, sino que se globalizó.
En Kenia, la narrativa de “protección de los valores familiares” se utiliza a menudo como defensa contra el aborto, los derechos LGTBIQ y la educación sexual para adolescentes. Cualquiera que intente defender la autonomía corporal de una mujer o la dignidad personal de una persona homosexual es etiquetado como enemigo de la familia. El peso de la iglesia y de una sociedad en su mayoría conservadora añade presión. El argumento principal del gobierno de Kenia en contra del derecho de las personas LGTBIQ a formar una asociación (en el caso mencionado del Tribunal Supremo) fue que esto representaba una amenaza para la familia: la familia heterosexual y patriarcal.
Esta situación presenta un desafío complejo para los defensores de los derechos humanos y los agentes de cambio. También ofrece una oportunidad única para abordar el discurso de forma más estratégica y constructiva. Formo parte de un equipo de investigadores que se ha propuesto rastrear cómo las narrativas y los actores asociados con los “valores familiares” influyen en los discursos en línea en Kenia sobre sexualidad, género y familia. Nuestro objetivo no es solo entender cómo se enmarcan estas narrativas y qué las alimenta, sino también cómo estos conocimientos pueden equipar a los agentes de cambio para formular respuestas efectivas y basadas en valores.
El cambio de narrativa es más que simplemente inyectar un nuevo discurso progresista en el debate público. No puede reducirse a mensajes “potentes” y “palabras clave estratégicas”. Eso suele resultar desconectado o, peor aún, contraproducente. Un cambio narrativo efectivo es más ambicioso. Implica desentrañar y cuestionar creencias fundamentales. Debe ser parte de una vida coherente, inspirada por el deseo y el compromiso de ver un mundo donde todas las personas puedan vivir vidas dignas y libres para ejercer su autonomía corporal.
Estamos investigando las narrativas que alimentan y se alimentan de esta perjudicial narrativa de “valores familiares”. Pero también estamos investigando a las personas (actores) que encarnan estas narrativas y las difunden en el ámbito digital. Mi experiencia como comunicador profesional ha revelado que muchas de estas voces homofóbicas influyentes no son los típicos activistas. Muchos no están siendo “estratégicos”. Simplemente están diciendo lo que creen, lo que se les ha enseñado a creer. Algunos hablan “desde lo más profundo de sus corazones”, otros intentan ganar un debate en redes sociales, mientras que algunos simplemente expresan su verdad sin necesidad de convencer o persuadir.
Sin embargo, al hablar, publicar y comentar, sus palabras están moldeando discursos. Sus argumentos están cambiando mentalidades. Su pasión y consistencia están tocando corazones y dejando una huella en las almas. Están provocando un cambio real, ya sea que lo sepan o no, ya sea que lo pretendan o no. Y algunos actores malintencionados están aprovechando estos cambios para promover el odio, la homofobia e ideas perjudiciales sobre el género.
En este proyecto, queremos entender cómo estas narrativas se forman y cobran vida en el espacio digital keniano. ¿Cómo arraigan estas ideas? ¿Qué alimenta sus semillas? ¿Cómo florecen y qué “abejas digitales” están polinizando sus ideas?
Al identificar a los actores, encontraremos tanto a quienes actúan con malicia como a quienes, aunque estén sinceramente equivocados, difunden estas ideas. También, con suerte, identificaremos y aprenderemos de quienes están respondiendo eficazmente a este odio.
En los próximos meses, exploraremos cómo la narrativa de “valores familiares” ha sido instrumentalizada, disfrazada y utilizada para dividir a las familias, las comunidades y la sociedad keniana en general. Nuestra gran pregunta es: ¿Cómo ha moldeado la narrativa de “valores familiares”, influenciada por el heteropatriarcado, la geopolítica de derecha y los valores religiosos y culturales conservadores, los discursos sobre la vida LGTBIQ+, los roles de género, la educación sexual integral (ESI) y la salud reproductiva en Kenia?
Creemos que nuestra investigación proporcionará recursos a las comunidades queer, trans, juveniles y feministas, aquellas comunidades a las que algunos de nosotros pertenecemos, con la información necesaria para resistir los movimientos anti-derechos desde un lugar de evidencia, estrategia y solidaridad.
Nuestro objetivo general es dotar a los agentes de cambio de ideas, estrategias y herramientas para resistir y reducir (si no detener) el daño a las comunidades minoritarias en Kenia. En última instancia, queremos contribuir a un mundo digital (y físico) donde todas las personas se sientan valoradas y respetadas. Un mundo donde la dignidad de todos y la autonomía corporal de todos, especialmente de las mujeres y las minorías de género, sea protegida, salvaguardada, respetada y, sí, celebrada.